jueves, 30 de abril de 2015

EL DURMIENTE DE LA FIESTA DISCOTEQUERA

En aquella fiesta con pulseras luminosas,que son tan divertidas y especiales y hacen las delicias de las jóvenes en sus graciosas componendas pulseras fluorescentes,que dan tanto juego y son tan graciosas luminosos para fiestas lo ideal para una fiesta discotequeray barritas luminosas 
lo pasé bien pero el caso es que yo había ido a esa discoteca a pasar la noche.
La discoteca abría a las doce de la noche y cerraba a las siete de la mañana, cómo yo no tenía un lugar para pasar la noche me acerqué a esa discoteca y por siete eurosque valía la entrada con derecho a consumición me marché a unos de los reservados del fondo donde no había casi nadie y me recosté un poco sobre los cómodos sillones de cuero, daba cabezaditas entre el ritmo de la música lejos de la gente que bailaba y creo que pude dormir al menos dos horas seguidas.

Después me desperecé un poco, tomé una consumición, un gintonik que me ayudaría a conciliar el sueño y veía bailar ante mi a la gente con sus pulseras luminosas, pulseras fluorescentes y luminosos para fiestas, también tenían barritas luminosas.
Después de echar otro sueñecito de unas dos horas me volvía a dar una vuelta por la discoteca y ya eran más de las cinco de la mañana pero todavía estaba todo muy animado y había mucho ambiente, salí a fumarme un cigarrillo--en la disco no dejaban fumar--y entonces me di cuenta de que hacía una noche muy fría y de que tuve suerte de poder pasar la noche en la discoteca pues sin duda no había podido elegir mejor lugar para ello y encima sólo por siete euros, con derecho a consumición.
De 5 a siete sólo pude dormir media hora pues la gente hacía mucho ruido a esas horas, cómo si no quisisera marcharse...además se empezaban a llenar los reservados...
Todavía veía bailar ante mi a la gente con sus pulseras luminosas, pulseras fluorescentes y luminosos para fiestas, también tenían barritas luminosas.
No fue la primera vez que pasaba la noche en una discoteca, me encontraba en la calle y los Servicios Sociales todavía no se habían ocupado de mi, por suerte tenía siempre cinco euros al día para poder comer unas latas y unos bocadillos de unas colaboraciones que hacía por Internet, recogía las colillas de los ceniceros de los bares y así tenía para poder ir fumando.
Así pasé todo el verano del año 2012, en lo peor de la crisis.